ROMPAMOS PARADIGMAS
“…una serie de comportamientos estereotipados de supremacía masculina, de dominio y control, cuyas manifestaciones son diversas y tienen impacto diferenciado en las personas a quienes se dirige. Pueden ser
sutiles, como sugerir la comida o vestimenta para alguien, o extremos, como forzar a otra persona —a través de algún tipo de violencia— a realizar conductas no deseadas justificando de cualquier forma la agresión.”
Lo anterior es una de las definiciones de “Machismo”, que comparte con nosotros la Comisión Nacional de Derecho Humanos (ahorita que aún está de moda la Comisión local y que, además, inició bien la gestión del Dr. Rascado) y que tiene mucho que ver con lo sucedido el fin de semana en nuestro Estado, a lo cual ya no daré más juego. Si leemos con detenimiento el párrafo que antecede, daremos cuenta de que resulta una definición casi exacta de lo sucedido, una clara muestra de “supremacía masculina”, en la que un grupo busca “dominar y controlar” a otro grupo a través de la fuerza y la violencia,
Las acciones a las que nos referimos forman parte de la masculinidad, lo que podría decirse, una masculinidad muy tóxica pero que es una parte importante de la cultura de nuestro país; no quiero decir que esté bien la acción pues es evidente que no lo está, se respeta, pero no puede considerarse dentro del progreso de nuestra sociedad si se sigue dañando y violentando a las personas. Históricamente se ha luchado por erradicar el machismo de nuestra cultura, de romper estereotipos de género o de eliminar el patriarcado pero los hombres vamos muy lejos de “evolucionar”, de progresar.
La masculinidad ha sido parte de nuestra educación desde el comienzo de los tiempos, desde que nuestros padres (sin querer o con toda la intención), nos enseñaban que el rosa es para las mujeres y que el azul para los hombres, que los hombres no lloran, que pegan como niñas, que el hombre provee y la mujer cocina, que es día de “estar de chachas”. Lo anterior es la violencia machista en su más pura expresión. Esto nos lleva a vivir un futuro (o presente) en el cual nos sentimos presionados por no proveer, obligados a pagar una cuenta o los gastos de la casa, un largo etcétera de situaciones que nos afectan a nosotros mismos y, por último, encontramos también esa violencia machista que se ejerce contra otros hombres, en la que si llora es “puto”, si hace labores domésticas es mandilón y si sabe el precio de las tortillas es, la señora de la casa.
Todo ello conforma una “triada de masculinidad y violencia”, que conlleva la violencia contra la mujer, la violencia contra los hombres y la violencia autoinfligida; en cualquiera de sus variantes solamente se busca un fin único que es la SUPREMACÍA, por ejemplo, a violencia contra las mujeres ha sido legitimada a través de la supuesta supremacía de lo masculino frente a lo femenino, que se ha expresado en la distribución inequitativa de los espacios.
Quizá se pregunte porque todo lo anterior, bueno, pues le contaré que no solo se relaciona con lo sucedido en el estadio, sino también en algunos órganos de Gobierno en los cuales ha habido muestras de esa masculinidad pero no de la masculinidad violenta, ni de la machista, sino todo lo contrario. Con una postura inédita de la corte en el mes de septiembre del 2021:
“Daremos licencias de paternidad por tres meses pagados, igual que las de las mujeres.”, dijo Zaldívar.
El ministro de la SCJN aseguró que esta medida coloca al Poder Judicial Federal a la vanguardia en el Continente Americano, “como una de las instituciones más proteccionistas y que hacen un mejor trabajo comprometido para lograr una igualdad real entre los hombres y las mujeres”.
“Esta licencia será de tres meses pagada, que se puede ejercer en un periodo de nueve meses a partir del nacimiento o de la adopción de la niña o el niño”, agregó.”
Así mismo, los esfuerzos del congreso de la unión y de los congresos locales (como es nuestro caso) de generar un cambio generalizado del pensamiento colectivo que, a futuro, resultará trascendental e importante para el cambio de pensamiento y cultura machista de nuestra república, en el cual se comienza a trabajar en PATERNIDAD RESPONSABLE, como nueva masculinidad. En muchas sociedades ser padre es una forma de lograr afianzar la masculinidad. La paternidad es una construcción sociocultural y, por tanto, está influida por la formación de la identidad genérica; no es sólo la reproducción biológica, sino lo que se hace con los productos de esa reproducción lo que determina las diferentes prácticas sociales que integran las funciones y responsabilidades con los hijos e hijas.
Solo una recomendación de comunicación para el diputado: ¿Y si simplemente ejerce una paternidad responsable buscando la equidad que menciona en sus playeras con acciones legislativas (materializar esa nueva masculinidad, quizá)? Bien lo dijo en un “tuit”, no se trata de legislar en favor de sus necesidades pero tampoco es en base a las necesidades de los hombres, sino en favor de la equidad de género.
“Al final, todo sale”