El eco de las brujas
Es la voz de quienes hace siglos fueron acusadas de brujas por desafiar el sistema, las persiguieron y quemaron en hogueras. Hoy, el aquelarre no es de cenizas, sino de dignidad. El 8M refleja la indignación y la esperanza de muchas mujeres que tomaron las calles y exigieron seguridad, equidad y salud. Se manifestaron con determinación en contra de la vulnerabilidad y la indiferencia.
Sin embargo, la lucha feminista no es ajena a una trampa histórica: el gatopardismo, ese mecanismo que finge cambiarlo todo para que, en realidad, nada cambie. Esa lógica que opera desde las estructuras de poder cuando, ante la presión, se conceden pequeños triunfos simbólicos para desactivar o administrar un movimiento. Se crean leyes que no se aplican, se establecen comisiones que no investigan, se lanzan acciones que en la realidad no transforman.
Las estructuras enmohecidas hablan de la mujer sin valorar su verdadera perspectiva, “celebran” el día, pero los otros 364 del año se limitan a contener y administrar las demandas feministas, como si la erradicación de la violencia y la desigualdad pudieran esperar.
El 8M no es una celebración, es un síntoma de desigualdad, violencia y relegación. Mientras la patología persista, la indignación crecerá. No son flores ni “buenas voluntades” lo que se exige; es justicia, es seguridad y es reivindicación. Vivimos en un país donde se matan a más de diez mujeres al día, y donde las respuestas institucionales son insuficientes, cómplices o, en el peor de los casos, inexistentes. Aunque, claro, algunas personas como mi tío Apolinar prefieren indignarse porque las paredes “sufren” vandalismo.
Es verdad, cada 8M los muros de las oficinas de gobierno, monumentos históricos e iglesias aparecen grafitis y consignas. Es cuando el descontento de algunos se centra más en la pintura sobre la piedra que en la violencia sobre el asfalto. No se dan cuenta que la protesta se enfoca precisamente sobre las instituciones que han sido indiferentes a la causa de las mujeres: a la Iglesia con su cerrazón y su histórica represión del pensamiento crítico femenino; al gobierno en general por su incapacidad para garantizar seguridad y justicia; y a una historia sesgada que ha intentado borrar a las mujeres de su papel protagónico.
La historia ha castigado a las mujeres por desafiar los mandatos impuestos, por alzar la voz, por exigir el lugar que les corresponde. Y hoy, cuando salen a las calles, siguen siendo cuestionadas, reprimidas o minimizadas. Es vigente la frase proveniente del activismo queretano a través de Selma Morales: “Cada vez que surge un movimiento que aboga por el pensamiento crítico, los derechos humanos y la igualdad; sea cual sea su nombre, va a salvar vidas.”
Este año, el 8M demostró ser el movimiento más grande y auténtico del país. Movilizó orgánicamente a cientos de miles de mujeres a lo largo de México, no hay partido político ni gobierno que pueda igualar al movimiento feminista por su fuerza y su esencia. Quien no lo quiera ver así, respetuosamente le digo que comete un grave error.
@CesarZafra