Diálogos en medio del desierto
La reputación del proceso electoral para elegir jueces federales no es positiva. Para muchos es una simulación de democracia convertida en reality show, donde la justicia se viste de campaña y las candidaturas se ven forzadas a sonar “populares”, en lugar de imparciales. Forzar a los futuros jueces a competir electoralmente no es solo paradójico, es peligroso.
En medio de este galimatías institucional, hay esfuerzos que valen. Esfuerzos que no maquillan el desastre, pero que ofrecen un respiro, un punto de sensatez. Uno de ellos —y hablo también desde dentro— es el proceso de diálogos con las candidaturas a juzgadoras y juzgadores federales, organizado por la Confederación Cívica Querétaro junto con distintas organizaciones de la sociedad civil. Lo llamo, sin pudor, un oasis en medio del desierto.
Porque si bien es cierto que este proceso electoral está marcado por la desinformación, el desinterés y la improvisación, también es cierto que desde lo ciudadano hemos construido un espacio con contenido, con rigor, con principios claros: defensa de la progresividad de derechos, respeto a los derechos colectivos y difusos, y enfoque de género como ejes fundamentales para evaluar a quienes aspiran a impartir justicia.
No es menor. No estamos preguntando trivialidades. No estamos buscando frases bonitas. Estamos planteando preguntas serias sobre cómo se entiende la participación ciudadana en un marco legal que ni siquiera la reconoce como derecho; sobre si una persona juzgadora debería rendir cuentas o someterse a revocación de mandato; sobre cómo evitar que la justicia se ideologice ahora que se les convierte, por la vía electoral, en actores políticos.
Desde Cívica hemos diseñado un mecanismo transparente: las sesiones se transmiten en vivo, cada candidatura enfrenta preguntas sorteadas al azar desde urnas temáticas que representan los cuatro ejes de nuestra Agenda Cívica: Participación Ciudadana, Derecho a la Ciudad, Medio Ambiente Saludable, y Seguridad, Justicia y Paz. Y lo más importante: no es una pasarela, es un filtro. De aquí saldrá un informe público, con un semáforo de candidaturas, que permita a la ciudadanía distinguir entre los que solo repiten lugares comunes y los que realmente comprenden —y se comprometen— con la justicia como garante de derechos humanos.
¿Es perfecto? No. ¿Resuelve el absurdo de tener que elegir jueces por voto popular? Tampoco. Pero en un contexto donde todo huele a simulación, este espacio es lo más cercano a un ejercicio democrático con contenido real. Y también una oportunidad: la de identificar los pocos perfiles que podrían convertirse en garbanzos de a libra dentro de un sistema que, hoy por hoy, privilegia el acomodo político por encima del mérito judicial.
El proceso no es solo simbólico. Es una forma de decir: aquí hay ciudadanía organizada, informada y vigilante. Aquí no queremos jueces que repitan lo que dicta el poder, sino que sean capaces de defender la Constitución, los tratados internacionales y los derechos de quienes históricamente han sido marginados del acceso a la justicia: mujeres, infancias, personas indígenas, migrantes, comunidad LGBTI+ y personas con discapacidad.
El 28 de mayo, publicaremos los resultados de estos diálogos. No como una sentencia, sino como una herramienta. Porque si vamos a vivir este sinsentido electoral, al menos que sirva para identificar a quienes realmente están comprometidos con una justicia que valga la pena.
Tengo claro que esto no es la solución definitiva. Pero sí es un punto de partida. Y, por ahora, eso ya es mucho.
@CesarZafra