Waltter López 19/03/2025
Teuchitlán y el horror de las desapariciones
Por Waltter López. Vocero del Frente Queretano por el Derecho a la No Discriminación y el Estado Laico
México continúa sumido en una tragedia de dimensiones indescriptibles, una tragedia que hiere a nuestra sociedad y nos arrastra a una resistencia constante. La desaparición de personas es una realidad que no cesa. Recientemente, un grupo de personas activistas, Guerreros Buscadores de Jalisco, nos mostró, a través de una transmisión en vivo por facebook, el hallazgo de un campo de exterminio en Teuchitlán, Jalisco. En un terreno que las autoridades de la Fiscalía de Jalisco y la Guardia Nacional aseguraron en 2024, sin reportar nada extraordinario, se descubrió la cruel realidad: restos humanos, cenizas y objetos personales de víctimas despojadas de su dignidad y vidas, de una forma macabra y cruel.
La indignación fue inmediata. Las autoridades encargadas de nuestra seguridad habían cerrado los ojos ante lo evidente, mientras la verdad permanecía oculta. Fueron las activistas buscadoras de personas desaparecidas quienes expusieron lo que se nos estaba negando: en México, hay campos de exterminio, vidas destrozadas y una indiferencia oficial que no puede seguir impune.
Este hallazgo dejó una herida profunda que la sociedad mexicana no pudo ignorar. La respuesta fue clara: activistas, madres que buscan a sus hijos, hermanos que claman justicia, todos salieron a las calles. En todas las plazas del país, se llevaron a cabo vigilias con el nombre 400 zapatos – 400 velas, como una forma de honrar a las víctimas y exigir que el horror termine. Fue un grito de solidaridad y dolor, que resonó en cada rincón del país.
En Querétaro, el Grupo Desaparecidos Querétaro, bajo el liderazgo de Yadira González, organizó una vigilia en Plaza de Armas. Nos reunimos allí, no solo como ciudadanos, sino como un pueblo entero que exige justicia. Las palabras de Yadira fueron claras: “Este no es el primer campo de exterminio en México”. Nos habló de otros lugares donde la violencia ha sido sistemática, donde el terror se vive a diario, y donde el Estado ha fallado repetidamente. Nos recordó la deshumanización en la que se convierten las víctimas, cuyos cuerpos son destruidos, desmembrados y quemados, para que nunca puedan ser identificados.
La vigilia en la Plaza de Armas de Querétaro fue desgarradora. En ese momento, no sólo se sentía la tristeza, sino también la rabia de quienes se niegan a callar. Las autoridades, en lugar de proteger a su gente, han sido cómplices por acción u omisión. Nos dejaron solos, abandonados en un mar de injusticia. Nos miramos unos a otros, compartiendo una misma pregunta: ¿Cómo podemos seguir adelante cuando miles de personas siguen desaparecidas y la respuesta oficial sigue siendo el silencio?
El país sigue inmerso en esta tragedia. Nos queda claro que la solución no vendrá de las autoridades. No es el Estado quien nos dará respuestas ni justicia, eso ya lo hemos experimentado desde la desaparición de los 43 estudiantes de Iguala. La solución está en la movilización de la sociedad civil, en la presión que debemos ejercer todos juntos. Es el momento de salir a las calles y exigir, con fuerza y determinación, que esta tragedia se detenga. ¡Ya basta!
No podemos seguir permitiendo que la desaparición de hermanos y hermanas mexicanas y muy probablemente también de otros países se normalice. No podemos quedarnos callados mientras el horror se extiende por todo el país. Las madres, padres, hermanos y amigos siguen buscando a sus seres queridos, y el grito de justicia debe ser tan fuerte que no haya lugar para la indiferencia.
La sociedad mexicana debe exigir respuestas, justicia, y que esta tragedia termine. Los campos de exterminio no pueden ser parte de nuestra realidad. Las víctimas no pueden ser olvidadas. Si no es ahora, ¿cuándo?