Estoy sorprendido, tengo más éxito como vampirólogo que como politólogo. El artículo que últimamente me han comentado más los lectores fue uno que escribí hace varias semanas sobre Drácula. ¡No es posible! En fin, dramas de la vida real, la política nacional está a punto de perder a un sesudo observador y las criaturas de la noche ganar a un comentarista.
Los lectores se han comunicado para preguntarme varias cuestiones sobre Drácula. Vale destacar que, antes de expresar su curiosidad, me aclaran reiteradamente su escepticismo sobre el tema con frases como: “obviamente, yo no creo…” “estoy consciente de que todo son embustes”, “aunque el personaje no es serio, ¿qué sabe usted…?” Me he permitido contestarles como el ex presidente Adolfo Ruíz Cortines: “Yo tampoco creo en las brujas, pero de que existen, existen”.
Una señora me interroga: “¿Es cierto que la palabra “vamp”, que se le aplica a ciertas artistas, tiene que ver con Drácula?” Efectivamente,, así es, la palabra “vamp” es la contracción de vampiro y nació en 1914. Así se nombró a Theda Bara, artista danesa, la primera actriz que en el cine que se dejó besar por su compañero.
Un joven alivianado me envía una nota. “¿Qué onda con Drácula? ¿Qué hay de cierto y de mentira? ¡Cámara! Con el nombrecito”. En el siglo XII, Rumania estaba dividida en tres principados, Transilvania, Moldavia y Valaquia. Los Bassarab gobernaron este último principado, con los títulos de Vlad I al IV. Todos ellos vivieron en permanente guerra contra los mongoles, los húngaros y los turcos. Sus servicios a la causa cristiana fueron reconocidos por Segismundo de Luxemburgo, emperador del santo imperio romano germánico, quien condecoró a Vlad IV con la Orden del Dragón, y sería llamado Draculea, literalmente, “el hijo del Dragón”.
Drácula también fue nombrado Vlad Tepes. La causa fue la siguiente. En 1462 fue atacado por las fuerzas turcas. La diferencia con sus enemigos era de 25 soldados contra uno. Vlad comprendió que el único medio de vencer a sus superiores adversarios era con una guerra psicológica. Después de perder la primera batalla, al saber que para los turcos el más grande de los pecados y el horror supremo era la profanación de los cadáveres, ordenó a sus hombres que los cinco mil muertos del campo adverso, resultado de la primera lucha, fueran empalados. En la segunda ofensiva los turcos se encontraron con esta terrible visión y huyeron despavoridos. Se ganó así el nombre de “Tepes”, en rumano, el Empalador.
Como gobernante fue déspota y sanguinario, pues mantenía el orden con penas durísimas. Las mujeres podían caminar solas en la noche y los pozos y las fuentes estaban adornados con oro; auténticamente, nadie se atrevía a cometer un delito. Drácula nació en 1430 y murió en 1476. Fue hecho prisionero a traición cerca de Bucarest y decapitado. Su cabeza fue ofrecida al Sultán de Turquía, quien en ese momento estaba acompañado por la princesa Alejandra. La dulce damita, al observar la charola que llevaba a Vlad Tepes, comentó: “¿Un vampiro sin cabeza? Poco práctico”.
Bram Stocker, el autor de la novela, ubica su relato en Transilvania en 1897. Este Drácula es quizá Vlad Tepes, que según esto nunca murió o puede ser uno de sus descendientes, amante también de la moronga humana. El personaje, como él mismo, es eterno, cíclicamente aparecen novelas y películas. Su dieta para sobrevivir es beber sangre de mujeres vírgenes, con la flexibilidad actual de las costumbres, ahora se le observa cada vez más pálido.
Un señor me habla por teléfono y me inquiere: ¿En verdad la mujer que Drácula sigue hasta Londres valía la pena?”. Contesto. Era un auténtico mango. Drácula no solo quería chuparle la sangre, sino comerle piel, huesos, cabellos y uñas. En la novela Stocker la describe así: “Es una de esas mujeres que hace Dios con su propia mano para enseñarnos a los hombres y a las demás mujeres que hay un cielo al que podemos llegar, y cuya luz se difunde ya aquí en la Tierra”.
“¿Cómo puede matarse a Drácula?”, me pregunta un niño, que de seguro nunca recibirá el Nobel de la Paz. Le explico que para facilitar la operación, lo ideal es que Drácula esté dormido y quietecito; además de mancharle su elegante capa, no deja de ser molesto lo que se le hace. Se coge una estaca con la mano izquierda, se coloca la punta sobre el corazón y se le da un mazazo con la derecha. Se le abre el pecho, se le sacan los pedazos de corazón y se queman. Después se le corta la cabeza y se le llena la boca de ajos. La tarea de eliminación tiene aspectos incómodos, principalmente porque le quedan a uno las manos oliendo a ajo.
“¿Tiene algún dato actual sobre vampiros?”, pregunta un universitario. Respondo. Existen aproximadamente mil asociaciones en el Mundo que se dedican al estudio del vampirismo y hasta de su práctica. La institución Vampire Research Center afirma que 550 viven en Estados Unidos. Aunque recientemente han llegado a la siguiente conclusión: los vampiros viven entre la gente, su lugar preferido son los partidos políticos. Después de que la propaganda electoral de Morena apareció en Nueva York y se eligió a varios candidatos para la presidencia, las Asociaciones de vampiros han considerado que deben revisar sus estadísticas, pues de seguro sus miembros, gracias a las elecciones, han aumentado considerablemente.