Renovarse o morir
El PAN en el 85 aniversario de su fundación
El primer partido democrático de México en la disyuntiva. Se renueva o muere. No hay más opción para este instituto político que nació como oposición al partido de masas que representaba el entonces Partido de la Revolución Mexicana (PRM), conocido después como PRI. Sería irónico que la aparición de otro movimiento de masas, que, no partido, propiciará su desaparición.
En el 85 aniversario de su fundación, el Partido Acción Nacional enfrenta la mayor crisis de su historia. Surgió como un partido de ciudadanos conscientes de participar en política, un partido que siempre defendió y presumió su democracia interna e intentó durante décadas hacer de la democracia una virtud republicana en un país con un sistema de partido hegemónico y una presidencia imperial, luchó por la democracia real, la democracia en la que cada voto contaba y se contaba. No aquella democracia simulada de los mejores años del partido hegemónico y la presidencia metaconstitucional. No una democracia sin división de poderes y un autócrata disfrazado de demócrata como la de ahora.
El PAN, como oposición, resistió los mayores embates del poder y el dinero. Como gobierno, sucumbió al dinero y al desinterés de la causa que le dio origen, construir una patria ordenada y generosa y una vida mejor y más digna para todos. Ganaron el poder y no sólo perdieron el partido, han perdido el rumbo, sus principios y hasta la vergüenza.
La actual dirigencia nacional es responsable, en buena medida, de que en México se esté instaurando una autocracia. La reforma al poder judicial fue posible con el voto de un senador panista, un senador suplente, padre del senador propietario y ambos con expedientes tan largos con la justicia como corta fue la inteligencia del líder nacional panista que aprobó semejante formula de impresentables, políticos coaccionables (chantajeables, para decirlo claro) por un régimen capaz de todo con tal de mantenerse en el poder y hacer la voluntad del inquilino de palacio.
El partido, antes democrático, dejó de lado sus principios de doctrina y su democracia interna, aquella que antes presumían y que los ciudadanos reconocían. A 85 años de su creación el PAN hace un llamado a los mexicanos para que se sumen al partido, pero lo hace tarde y lo hace mal. Para qué quieren a los ciudadanos si el PAN es un club de amigos que se reparten puestos de elección, candidaturas plurinominales, posiciones de gobierno (donde aún gobierna) y hasta notarias. Para qué quieren a los ciudadanos si en cada estado el partido es propiedad de algunos “notables”, la mayoría de ellos impresentables, que lo único que hacen es beneficiar a sus cercanos, a sus parejas sentimentales o a sus familiares.
Manuel Gomez Morín fue un mexicano ejemplar, un mexicano que apostó por la brega de eternidad que significaba enfrentarse al partido de masas que era el PRM. Con todo en contra, los fundadores de Acción Nacional, con Gomez Morin a la cabeza, le llegaron a los mexicanos una opción de oposición real, un partido que representaba los intereses de los ciudadanos enemigos del corporativismo y las prácticas antidemocráticas comunes del régimen postrevolucionario.
El poder terminó con las mejores prácticas del PAN, embelesados por el dinero, obviaron la corrupción, se alejaron de los ciudadanos y cancelaron su democracia interna. Los resultados están a la vista. Tardaron décadas en conseguir la confianza de los votantes y en pocos años la perdieron porque los dobló la avaricia.
Ocho décadas y media después de su fundación, el partido enfrenta casi el mismo escenario de aquel septiembre de 1939, un movimiento de masas, un partido hegemónico, una presidencia imperial y la desconfianza ciudadana. Lo diferente ahora es que no tiene a aquellos grandes hombres de sus primeros días: Manuel Gomez Morín, Efraín González Luna, Miguel Estrada Iturbide, Rafael Preciado Hernández, Juan Landerreche Obregón, Gustavo Molina Font, Manuel Herrera y Lasso, Aquiles Elorduy o Luis Calderón Vega.
La reciente experiencia demuestra que no se puede combatir a un partido hegemónico y a un autócrata capaz de todo si hoy tus mejores hombres son como los Yunes en Veracruz. Estado por estado, un grupo de impresentables con expedientes judiciales más extensos que los estatutos del partido que representan. No puedes pugnar por el reconocimiento de la eminente dignidad de la persona humana y el bien común con una bola de indignos en las dirigencias y puestos de elección popular. Así llega el PAN a sus 85 años de vida, con la peor dirigencia en el peor momento de México. Lo que se viene es la instauración de una autocracia, este PAN no está a la altura del reto que ello significa.
Marko Cortés y el grupo que lo impuso en la dirigencia nacional deberían hacer un mea culpa y volver a los orígenes, pero lo más probable es que se atrincheren y se radicalicen, que quieran seguir controlando lo que les queda de partido, de posiciones y, por supuesto, de prerrogativas.
El panismo queretano, por su parte, enfrenta la misma crisis de rumbo e identidad. En 2009 y en aras de una falsa unidad, cancelaron los procesos internos de elección, se alejaron de la militancia y de los ciudadanos, indolentes frente a las necesidades de la población, sus representantes populares, sus funcionarios de gobierno y sus dirigencias resultaron cada vez más frívolos. Dejaron de representar los intereses de los queretanos, de los electores, para ellos el gran elector es desde entonces el líder del grupo al que pertenecen, solo a él se deben y solo a él le rinden cuentas.
Desde entonces (2009) la llamada “mesa política” de panismo queretano, en la que están los operadores de los dos grupos dueños de Acción Nacional, se reparten el botín, es ahí donde hay que estar, en el ánimo de los operadores de la mesa política, la militancia y la ciudadanía no importan, hay dos que deciden y solo dos.
Menuda tarea tiene por delante el gobernador del estado. Mauricio Kuri González enfrenta el que probablemente sea el mayor reto político de su vida. Si, uno más importante que haber llegado al palacio de La Corregidora; entregar el gobierno a un panista.
Como están hoy las cosas, ese parece un escenario poco probable, el PAN, o mejor dicho su dirigencia, parece no querer cambiar y mantenerse en la lógica de los últimos 15 años, el reparto de las candidaturas para 2027 entre los dos grupos de siempre, con todo lo cuestionables que muchos perfiles son, hay que seguir beneficiando a los amigos, familiares y parejas sentimentales.
En esta segunda mitad de su administración, el jefe del ejecutivo enfrenta dos retos importantísimos. El primero, sin duda, es cumplirle a los queretanos que mucho esperan de él. Dejando constancia de su compromiso social con los que menos tienen a través de obras, acciones y programas que mejoren su calidad de vida, por ejemplo.
Pero el otro gran reto que tiene por delante es administrar su propia sucesión ¿A quién le va a entregar las llaves del palacio de La Corregidora en 2027? La respuesta depende, por desgracia para el gobernador, de la capacidad del panismo nacional y local de transformarse para recuperar la confianza ciudadana, dejar de repartir entre amigos las candidaturas, postular cuadros políticos reconocidos, honestos y cercanos a la gente, desmarcarse de sus aliados tipo Yunes, recuperar a su militancia, velar primero por los intereses de los ciudadanos, ser el PAN que llegó para combatir la corrupción y no a aliarse con los corruptos, en fin, un panismo a la altura de lo que hoy demanda México ¿Cuál es el margen de maniobra que tiene el gobernador en estas decisiones? ¿Será su sucesión una prerrogativa de la mesa política, es decir, definida por Pancho y Ricardo? ¿Podrá el gobernador poner orden y fin al reparto entre cuates de candidaturas, impulsará a mejores cuadros ciudadanos y del partido? Lo que está en juego es su sucesión ¿Será capaz de poner gobernador? Menuda tarea tiene por delante, no quisiera estar en sus zapatos.