De traiciones y cosas peores
Más allá de la traición para romper una mayoría que parecía segura (al menos eso habrán pensado los panistas), lo verdaderamente preocupante para el partido en el gobierno no es saber qué diputado o diputada pacto con Morena y les imposibilitó presidir la mesa directiva de la Legislatura del Estado.
Lo que debería tener muy alarmados a los azules es su incapacidad para construir y asegurar esa mayoría antes de la sesión de instalación de la Cámara de Diputados. Aquí lo hemos comentado. No hay capacidad de operación política y construcción de acuerdos en el poder ejecutivo, en el partido en el gobierno y tampoco en la bancada panista de la Legislatura.
Así de grave, vienen temas realmente importantes que se definirán con mayoría simple, la cual tiene Morena, y hay otros aún más relevantes que requieren de una mayoría calificada. Dicen que quien no puede lo menos, no puede lo más. En el reparto de Comisiones Legislativas, se verá el segundo descalabro panista, lo que consolidará la idea de que para el PAN, sino hay un cambio de rubo, irá perdiendo el 2027 desde ahorita.
Morena está hoy más cerca de construir esa mayoría con base en compromisos futuros, por ejemplo. Para Acción Nacional, conseguir ese objetivo será muy costoso, además de desgastante porque, como ya hemos dicho, no tiene interlocutores capaces de establecer acuerdos al más alto nivel.
Mal presagio para el partido gobernante y para quien despacha en el Palacio de La Corregidora, por culpa de sus malos operadores políticos, si se les puede llamar así. Lo anunció Morena desde su posicionamiento el día de la instalación de la Cámara, vamos a cogobernar, adelantó el líder de la fracción, fue un mensaje muy claro para el gobernador. Ellos ya sabían que tenían la mayoría, el PAN, confiado, y en esa confianza han dejado muy expuesto a Mauricio Kuri y su gobierno ¿Quién definirá, por ejemplo, el presupuesto del próximo año? ¿Morena o el PAN? ¿Así empieza el cogobierno anunciado? Veremos.
“Habemus” presidenta, con A
Como si su gobierno no tuviera temas más importantes que resolver, matanzas que detener, desaparecidas que encontrar, demandas de medicamento que atender y un largo etcétera de cosas apremiantes (los damnificados de Acapulco, por ejemplo), Claudia Sheinbaum asumió el cargo como titular del poder ejecutivo y uno de los primeros temas que puso de inmediato en su agenda fue el muy relevante (para ella) asunto de cómo debemos referirnos a su persona y su encargo.
Así es, quiere que la llamemos presidenta, con “A”. Según ella, porque las cosas que no se mencionan no existen. Y ella existe, claro, y referirse a ella como presidenta es la reafirmación de su encargo y de su género, que no se nos olvide. Así que nada de la presidente o la mandatario o la comandante de las fuerzas armadas. Es la presidenta, la mandataria y la comandanta.
Y a propósito de lo que existe y lo que no, todo indica que el gobierno federal seguirá con la política de in-comunicación tan usada el sexenio anterior. En la lógica presidencial de que aquello que no se menciona no existe, ya empezó a aplicar el razonamiento en temas que son delicados. Para la nueva administración Sinaloa no es una zona prioritaria en materia de seguridad, es decir, si hay asesinatos y violencia, pero en Guanajuato hay más, por lo que de la violencia en el estado norteño no nos ocupamos, no la mencionamos y, por ende, no existe. Si la realidad es diferente, peor para la realidad. Asunto zanjado.
Uno que sí existe y persiste es el expresidente, ya saben quién. La presidenta se encarga de recordárnoslo cada que puede, ya sea en el acto republicano de su toma de posesión o en la concentración no tan masiva en el Zócalo. Le debe todo y no lo niega, lo elevó a la categoría de el líder social más importante en la historia del México moderno, cualquier cosa que ello signifique. Así, de ese nivel.
En fin, no parece que vaya a haber un viraje interesante en el nuevo gobierno, seguirá con las mañaneras y apegada al guion de la narrativa que impuso su antecesor. El discurso de ustedes los malos, nosotros los buenos, la oposición no existe, la legitimidad que nos dan 36 millones de votos, la oligarquía voraz y el pueblo indefenso, atizando a la división, reforzando la entrega directa de dinero, descuidando la infraestructura de país y endeudándonos. Mas de lo mismo ¿Por qué habría de cambiarlo si les redituó bastante bien electoralmente?