El Desencanto de la Matriz Científica en la 4T
Corre el runrún en los círculos de la alta academia y la cúpula legislativa: se entiende —y hasta se perdona en el duro juego de la lealtad— que operadores políticos de cepa humanista o de viejo cuño partidista apelen a la “entrega mágica del estado” como narrativa de apoyo, ignorando las frías sumas del voto ciudadano y la elemental matemática electoral. Es parte del guion, dirán los cínicos.
Pero el que un perfil del calibre de Gilberto Herrera Ruiz se preste a sostener esa línea argumental, minimizando la contundencia de los números y el proceso democrático, es un trago amargo que no pasa desapercibido. La formación del Dr. Herrera, exrector de la UAQ, con su rigor de ingeniero y su trayectoria en el Sistema Nacional de Investigadores, debería ser el ancla de la objetividad y el dato duro.
La pregunta que flota en el ambiente no es menor: ¿dónde quedó el científico que juró por el método y la evidencia? El contraste entre el curriculum vitae de alto nivel y el argumento político simplista se vuelve, para sus críticos, una aberración que mina la credibilidad de la clase gobernante que presume de la inteligencia.
En el fondo, lo que se debate es si el pragmatismo de la lealtad incondicional ha devorado por completo el rigor intelectual. El costo de esta claudicación del dato es alto: abona al desencanto de quienes esperaban que los perfiles académicos fueran los garantes de la racionalidad en el poder. Ahí queda el apunte.