El desorden ideológico y pragmático del presidente Andrés López Obrador, lo ha llevado a confrontaciones con instituciones que no se veían desde la época juarista de la Reforma, hechos que volvieron a crispar los ánimos entre el gobierno y la grey católica en tiempos de los cristeros, llegando al derramamiento de sangre entre mexicanos ¿Eso pretende AMLO?
Después del asesinato de 2 jesuitas, de nombre Javier Campos Morales y Joaquín Mora (más el guía de turistas) en la Sierra Tarahumara, el pasado 20 de junio, no se hicieron esperar las críticas normales por la falta de seguridad que se vive en todo el país, más aún por los arteros asesinatos, por parte de un homicida que pertenece a la delincuencia organizada, sobre quien ya pesaba una orden de aprehensión y no fue detenido por autoridades locales ni federales. Esta vez, serían los religiosos de cristo quienes asumieron la crítica, no la confrontación, por los homicidios de 2 de sus compañeros.
La intolerancia del presidente López, hizo estallar su furia en contra de toda la iglesia católica, con sus acostumbradas ofensas de odio y vituperios. Eso de afirmar que están “apergollados” de los conservadores, nunca tuvo razón de ser ¿Para qué ofender después del asesinato injustificado de 2 clérigos al igual que los más de 123 mil homicidios cometidos durante el gobierno amloista?
Estas fueron las respuestas del presidente a las quejas sacerdotales: “¿Qué quieren los sacerdotes? ¿Que resolvamos los problemas con violencia? ¿Vamos a apostar a la guerra? ¿Por qué no actuaron (los sacerdotes) con Calderón de esa manera? (frase repetida mil veces) ¿Por qué callaron cuando se ordenaron las masacres cuando se puso en práctica el mátalos en caliente? (falso, no callaron, no mataban en “caliente” y sí criticaron) ¿Por qué esa hipocresía? Eso no se debe permitir a nadie y mucho menos a un religioso, sea pastor de una iglesia evangélica, o sea sacerdote”.
¿Merecían los jesuitas la respuesta virulenta y sin justificación del titular del Poder Ejecutivo? Por ninguna razón, debió agraviar el presidente; el deber del gobernante, conservar la calma que no corre por sus escleróticas venas.
Vendrían más réplicas y contra réplicas. El tema continúa candente.
El fin de semana, durante la Octava Caminata por la Paz que se llevó a cabo en Cuernavaca, Morelos, el obispo Ramón Castro Castro, en la homilía pidió a las autoridades no fallar a la ciudadanía, cumplir su función y garantizar la seguridad. Esta vez sí fueron más allá en la crítica, por cierto, totalmente sustentada.
Así se expresó el obispo: “Nunca será lícito ni legal que la autoridad civil claudique de su responsabilidad en materia de seguridad y paz social, para eso tienen el poder y uso legítimo de la fuerza; abrazos, no balazos es demagogia y hasta cierto punto complicidad, autoridades no fallen, cumplan su función, garanticen con hechos la seguridad”.
AMLO calificado de demagogo y cómplice de la delincuencia.
Social y jurídicamente el obispo Castro Castro, fue asertivo, claro y preciso. El mensaje lo dirigió a los cientos de participantes en la marcha, trascendió a los medios de comunicación. La confrontación no cesa.
En la homilía, desde el púlpito, no el que utiliza AMLO en sus mitómanas mañaneras, el líder religioso recordó a los feligreses que, el mes pasado, en una encuesta de Mitofsky, se mostró que el 57.2 % de las personas encuestadas considera que la estrategia “abrazos, no balazos” para garantizar seguridad y combatir el crimen, es equivocada. Por lo tanto, la estrategia de los abrazos es simple politiquería del presidente; por eso calificó el obispo de “demagogia y hasta cierto punto complicidad, autoridades no fallen, cumplan su función, garanticen con hechos la seguridad”. El gobernante está para obedecer a la sociedad y no para cumplir sus caprichos. Es un simple la regla de la democracia: AMLO es mandatario, por eso le paga la sociedad; y el mandante, su patrón, el pueblo. Hecho que ha olvidado el mandatario presidente de la República.
La grey católica, esta vez sí fue clara y contundente. Por medio del obispo, al calificar de cómplice de la delincuencia y demagogo al presidente Andrés López Obrador ¿Así o más claro? ¿Qué pensará de esto el traidor del sacerdote Alejandro Solalinde, aliado de AMLO? Quien, por cierto, Solalinde no se ha pronunciado por la muerte de los migrantes a los que dice “proteger”. Nada puede decir el judas, si los homicidios de más de 50 migrantes son casusa de las malas políticas del presidente al que tanto defiende.
El conflicto se agudiza. El jueves pasado, López fue cuestionado sobre supuestos incidentes de extorsión que sufren las iglesias, denuncia hecha por los clérigos. Saliéndose por la tangente, como es su costumbre, López Obrador respondió que: “desconoce estos cobros de derecho de piso por parte del crimen organizado y aseguró, incluso, que los dichos de los clérigos pudieran ser falsos”. El que dice saber todo, esta vez aseguró que: “No sabía (lo del cobro de piso a las iglesias), no tenía reporte ¿Cómo? Luego agregaría: “Hay que tener cuidado porque puede no ser cierto, puede no ser un asunto generalizado todos los días. Es la primera vez que lo escucho, hay que ver, no por el hecho de ser religiosos ya son infalibles, vamos a investigar”. Otro vituperio a los religiosos.
Así las cosas. El vocero de la Arquidiócesis de Guadalajara declaró al diario Reforma que los sacerdotes de su comunidad deben llegar a estos acuerdos ilegales (cobro de piso) con grupos criminales para no exponerse.
Pero, pero López Obrador minimizó lo afirmado por el portavoz de la Arquidiócesis; literalmente lo calificó de mentiroso. Luego vino la acostumbrada justificación para evadir su responsabilidad. Replicó que existe una campaña en contra de su administración y como parte de esta “son capaces de inventar cualquier cosa, en los periódicos, la radio” ¡Vaya semejante estupidez del presidente de la República!
Esta vez abrió y sigue cavando enorme brecha de división peligrosa el iracundo y agresivo de López Obrador. Agresiva zanja entre la jerarquía católica y feligresía, aunque AMLO tergiverse y abuse de las palabras del Papa en su propio beneficio. Nada le ha valido.
Héctor Parra Rodríguez