La Rectora Teresa García Gasca mostró otro tipo de habilidades: cantinflear. Así como dice una cosa diche otra. Primeramente asegura que va a encontrar las salidas para los planteamientos de los jóvenes de las Facultades Unidas, les tiende la mano pero la retira y les amenaza con clases virtuales y NA’s. Infunde terror mediático y político con la pérdida del semestre y alienta a los docentes para que denuncien ante los DDHH de la UAQ aquellas conductas que les agravien con motivo del paro. Que no habrá represalias pero luego sí. En fin, su discurso no tiene pies ni cabeza. Habla conforme su estado de ánimo, que por lo visto es bastante volátil.
Luego acusa infiltraciones de actores externos (e internos). Habla del bloque negro de las muchachas pero no sabe qué es ni quiénes lo conforman. Se desvía para luego hablar de proyectos gubernamentales, en seguida también aborda el tema del agua pero luego retoma y subraya que las denuncias formales son las únicas que pueden dar la posibilidad de actuación. Parece que Teresa quiere revictimizar a las jóvenes que fueron agredidas no solo por docentes y alumnos, sino por la misma autoridad que oculta, ignora y hasta habla de “organismos autónomos” al interior de esta institución ya autónoma. Y la cúspide del absurdo: a ninguno de los funcionarios los designó nadie más que ella; los señalados no gozan de “autonomía” porque le deben lealtad a la Doctora e institucionalidad a la máxima casa de estudios.
El paro estudiantil requiere respuestas contundentes y no acciones del club de Toby que nada resuelven de fondo. La autoridad universitaria debe basarse en el artículo 105 del Estatuto Orgánico que le faculta para poner y quitar prácticamente a todos los funcionarios de la institución, excepto Directores. Debe, sí o sí, remover a esos cuatro señalados so pena de que luego sea ella a quien destituyan. La historia no se equivoca: hubo un movimiento por la búsqueda de la autonomía que terminó con el derrocamiento de un Rector y la imposición de otro. Con el movimiento de la Normal en 1982 se logró la “renuncia” de una Procuradora y jefes policiacos. Teresa tiene una oportunidad para trascender; si no lo hace debería considerar retirarse.
Es la comunidad universitaria la que exige una realidad libre de violencia, libre de acosos, libre de influyentismos, libre de procedimientos aberrantes, entorpecedores y revictimizantes, de amenazas con listas de asistencia, actas de calificaciones, títulos profesionales, las que se utilizan hoy como moneda de cambio. Te aplacas o no pasas. Y peor: no te titulas.
Se abrió una caja de pandora de la que todos sabíamos pero que minimizábamos. Era un secreto a voces lo que se ha padecido durante décadas. La época de los Rectores intocables se terminó, el que sometía a Directores, al Consejo y a líderes estudiantiles. Los tiempos de la impunidad que brindaba la silla de la Rectoría culminaron hace rato.
La solución no es fácil, pero el primer paso sí lo es, destituir en ejercicio de sus funciones a esos cuatro fantásticos y abrir el camino a un diálogo horizontal donde todas, todos y todes habrán de aportar su granito de arena.