Diría mi abuela: ahí está la chingadera.
Marcela Ávila-Eggleaton, directora de la Facultad de Ciencias Políticas, le puso limón a una herida que ya estaba abierta. Tuvo el descaro de denunciar el tono de blanco de un elefante denominado UAVIG, hecho que provocó un desplante de la representante de la máxima casa de estudios.
Desde hace semanas (meses) o más se viene denunciando en redes y medios el asunto de acoso sexual a manos de estudiantes, maestros y hasta de administrativos.
Marcela destapó la clocaca. Y los estudiantes entendieron perfectamente la variable política del momento. “Es ahora o es ahora”. Y sin necesidad de ponerse muy de acuerdo, los alumnos se movilizaron.
¿Qué viene ahora? La defensa de las autoridades universitarias. Ya tuvieron una rueda de prensa en la que se dijo, en resumen: no nos damos abasto pero vamos a echarle ganas para que ya no haya más acoso. Y, como no queriendo, medio le echaron la culpa a las víctimas, cosa que, titubeando, corrigió Gonzalo Martínez, eterno asesor de Celia Maya. Dicho sea de paso: ha ocultado información, ha mal asesorado a la Rectora. Hasta da la impresión de que busca tenderle la camita.
La irrompible académica, Teresa García, se rompió. Está tensa, se nota hasta en su expresión facial, y a la menor “provocación” busca postear algo en su Facebook que la salve. Hasta sus escuderos andan armando zafarranchos en Twitter.
Está intentando jugarle a la política real y solo ha obtenido bofetadas estudiantiles.
Pero lo anterior es solo la punta del iceberg. Hay un tema pendiente cuya carpeta de investigación se exhibió en cartulinas el pasado viernes, un asunto que tiene que ver con el vacunatón, con la vacuna quivax, con el “genio” que la desarrolló y con un estudiante con delitos fabricados y al que no quieren titular.
Tocando fondo.