En el ocaso de su activismo político y social, el desgastado “líder” de izquierda, Enrique Pozos Tolentino, otrora diputado del Partido del Trabajo, vuelve a alzar la voz frente a las amplias masas que logra convocar en las plazas públicas.
De modo reciente se reunió con un reducido grupo de gente para hablar de diversos temas, y es que el bagaje cultural que maneja Pozos no es para despreciarse. Bien puede hablarte asuntos referentes a la capacidad armamentística de las principales potencias del mundo, como también puede abordar las cosas más elementales del día a día. Vaya, un ruiseñor multitemático.
Pero vaya, quién no conozca a don Quique se las compra con los ojos cerrados. Llegado a Querétaro en la década de los 80 de la mano del extinto Partido Socialista de los Trabajadores, se convirtió de inmediato en un esquirol del priismo de aquellas épocas. Acompañado de su esposa, Antonia, montaron una dupla legislativa; ambos fueron diputados por ese partido, pero parece que todo lo que acumularon lo dispendiaron. No habiendo otra actividad productiva que les redituara de inmediato, cobraba en algunas oficinas cercanas a la Plaza de Armas por hacer algunos “movimientos sociales”, es decir, se constituyó junto con su organización en un grupo de choque al servicio de los Gobernadores y Secretarios de Gobierno.
En su papel de legislador era una oposición disfrazada puesto que su tarea era votar a favor las iniciativas, y desde luego con una mano por delante. Su lealtad le valió algunas placas de txi.
Claro que servir de esquirol no era suficiente, así que decidió entrar en el pomposo mercado de la venta de predios irregulares, a saber, otro caso más de defraudadores, pues al estilo de esos perfiles que se visten de santos, persuadían a los más necesitados para “adquirir” terrenos que “nadie sabía de quién eran”.
Hoy, en pleno 2022, don Enrique Pozos pretende hacer lo mismo que antaño pero olvida que los tiempos han cambiado. Los actores y las reglas del juego son diferentes. Ya no puede invadir tierras como lo hacía, pues se enfrenta a denuncias que terminan en detenciones y en desalojos. No tiene un músculo que realmente funja como atractivo para la venta de favores políticos. En la pasada campaña electoral vendía castillos de naipes a los candidatos de Morena y, tristemente, uno que otro desorientado le compró la treta. Está hundido en discursos de la izquierda de los años 70 que fincan su fortaleza en la dependencia del papá gobierno.
Parece que no aprende maroma nueva.
—Tópsy Krets