Mientras las dirigencias de los partidos políticos no han logrado ponerse de acuerdo para crear el marco jurídico apropiado para combatir a la delincuencia, esta ha crecido exponencialmente. Aprovechan que los “gobernantes” no encuentran la “piedra filosofal”, para acabar con los delincuentes.
Los delincuentes se han perfeccionado, mientras que los políticos se han deteriorado.
Cuando el gobierno panista de Felipe Calderón, utilizó a las Fuerzas Armadas para combatir a la creciente delincuencia, quienes hoy gobiernan agresivamente se oponían a esa política. AMLO propuso que los soldados regresaran a sus cuarteles. Las Fuerzas Armadas exacerbaron a la delincuencia frente a las balas. Se crearon nuevos delitos penales, tampoco amainó el temporal delincuencial.
Llegó la administración priista de Enrique Peña Nieto, siguió con el uso de las Fuerzas Armadas; terminó la denominada “guerra” en contra de la delincuencia organizada. Pero, los soldados continuaron en apoyo de la policía civil en el combate a la delincuencia. Peña y su fuerza política legislativa aprobaron una ley que nunca entró en vigor al pretender utilizar a las Fuerzas Militares como policías civiles.
Llegó el gobierno de Morena, que en campaña promovió el regreso de los militares y marinos a los cuarteles. Andrés López Obrador prometió y no cumplió. Hizo todo lo contrario, pidió a los legisladores le autorizaran utilizar a los marinos y a los soldados, en funciones policiales; esta vez, los legisladores de oposición aprobaron la traición autorizando al gobierno federal usar a las Fuerzas Armadas, en aquellas actividades ofrecidas que no realizarían.
AMLO volvió a ganar. También le autorizaron la nueva Guardia Nacional, que sustituyó a la Policía federal. La nueva corporación civil se llenó de militares; el gobierno desnaturalizó la conformación; marinos y soldados, cual bucaneros, atracaron las labores de policías.
Todos los gobiernos de distintos partidos políticos han fracasado. Probaron carecer de conocimientos para crear un verdadero plan nacional de seguridad pública que involucre a los gobiernos estatales y municipales. Unos mejor que otros, acorde con cada autoridad; sin uniformidad en el combate a la delincuencia, sea o no organizada.
Los legisladores también han aumentado las penas de prisión, han cancelado derechos a los sentenciados, lo cual no intimida al delincuente. Nada les da resultado. A la delincuencia no se le detiene con amenazas legales, se le combate con inteligencia, estrategia, armamento apropiado, pertrechos y policías bien preparados.
¡El colmo! El Secretario de la Defensa nacional, Luis Cresencio Sandoval, emulando a AMLO, también le entra al juego político, amenaza a los ciudadanos y los califica de traidores a la Patria si no apoyan las propuestas legales de AMLO y aliados.
El caos entre autoridades responsables de brindar seguridad púbica a los mexicanos se fortalece, al igual que lo hacen los delincuentes. El gobierno deliberadamente debilita fuerza pública.
Se acrecienta la división de los criterios políticos que nada tienen que ver con la estrategia de seguridad púbica (aunque parece transitoria). Una parte de los priistas se han dividido en opiniones y tendencias, hecho que debilita al alicaído “Alito”.
Diputados priistas se alían con quienes promovía el regreso de los militares a sus cuartes; el dirigente nacional, también diputado federal, cierra filas para respaldar se prolongue por un sexenio más la fracasada estrategia de militares en las calles, bajo el supuesto de ser el tiempo necesario para perfeccionar a todos los cuerpos policiales. Ese fue el cuento de hace varios años.
Implementaron controles de confianza para contratar a los policías federales, estatales y municipales, para evitar se siguiera filtrando la delincuencia entre las filas policiales. Se dieron más recursos públicos para fortalecer a todas las policías, desde la capacitación hasta los pertrechos. Lega el gobierno de la 4T y elimina el traspaso de los dineros públicos a estados y municipios para la seguridad pública, en cambio concentra esos miles de millones de pesos en las Fuerzas Armadas y en sostener a casi 120 mil elementos de la Guardia Nacional.
Fracaso tras fracaso. Hay gobiernos que cancelaron incrementos salariales a los policías a falta de dinero, mismo que arrebató el gobierno federal. El desaliento de los policías. La delincuencia sigue creciendo y la comisión de los delitos lo demuestran, esos sí ganan miles de millones de pesos, cuentan con ejércitos; los delincuentes se han diversificado. Mientras los políticos juegan con la seguridad pública de los mexicanos.
Todo hace suponer que la propuesta priista en la Cámara de Diputados, será desechada por la corriente política de otros priistas en el Senado de la República. Ni los mismos políticos de un solo partido logran los consensos. Parafraseando a López Obrador: los delincuentes, felices, felices, felices.
El autoritarismo en su máxima expresión. Los legisladores morenistas quieren amarrar las manos a los ministros de la SCJN. Pretenden, por medio de una iniciativa de reforma a la Constitución (otra inconstitucional) quitar la facultad a los ministros de declarar la inconstitucionalidad de leyes inconstitucionales creadas por los mismos legisladores.
Absolutismo pleno. Claro rompimiento del Estado de Derecho. Debilitar al Poder Judicial, para que no supervise y sanciones las atrocidades legislativas.
La jungla jurídica. Vaya curso que ha tomado la transformación del gobierno que dice practicar la “pobreza franciscana”; será pobreza de ideas. Otra clase de pobrezas no lo han podido demostrar.
Conclusión. La preciada y apreciada seguridad pública brilla por su ausencia, es despreciada; mientras es objeto de juego político, la delincuencia sigue incontenible a pesar de las amenazas del Secretario de la Defensa nacional, dirigidas a la ciudadanía, no a los delincuentes.
El responsable de brindar la seguridad pública, amenaza al pueblo que no esté con ellos; a la vez que la Guardia nacional también amenaza a los usuarios de las redes sociales.
¿Para los delincuentes no hay amenazas? No, estos más bien parecen aliados de quienes se disputan el cómo implementar los programas de seguridad pública.
¡Pueblo dividido, siempre será vencido!